Una mujer llena de vida, con corazón indomable, descansa sobre un tronco mientras remoja sus pies en el río de la vida. Solo a escondidas deja su fiereza y muestra su dulzura y seducción. La luna es su testigo, las libélulas sus hermanas y las estrellas su reto. Rojo sangre, ácida y dulce a la vez. Así como las cerezas es ella, cerezas salvajes que alimentan sus labios.