Madre e hija celebran la fiesta de su unión, de la fusión de sus dos universos en uno solo. El hilo de la vida los ha unido con tal fuerza que ya nada ni nadie logrará separarlos jamás. Con flores blancas, igual que una novia, la mujer recibe el don de ser madre. De rojo estrellado acoge, por fin en sus brazos, el maravilloso ser que de ella nace. Mariposas de dulce color rosa nos trasmiten la transformación interior que supone la maternidad. La paloma azul representa el remanso de paz que la invade en este encuentro. Madre, ¡qué palabra más grande! Farolillos de colores.
El beso de la mariposa
Madre e hija, bañadas por el agua, protegidas entre islas, inician el ritual que llevará a la ruptura de las cadenas que impiden que la niña se ame a sí misma. Lobos que vienen del pasado acechan, están ahí, deseando mujeres con cadenas. La mujer mariposa besa a su amada hija para trasmitirle todo los secretos sobre la trasformación del alma y la belleza del cambio. Mujer mariposa que portas lo etéreo, el arte y lo mágico y que de rojo pasión afrontas el conocimiento de tu más profundo interior, que con tu beso rompas estas rosas que atan y oprimen y recluye a los lobos en su árido abismo.
El amor de su madre nunca la abandonará
Madre e hija rodeadas de amapolas que sutilmente intentan que se detenga el tiempo y perdure para siempre el recuerdo de ese dulce momento. A pesar de lograr sus metas, que se simbolizan con las estrellas que su hija lleva en las manos, su madre la apoya, su madre la observa, su madre la ama.
Un mismo camino, un mismo fin
Una madre que ha sabido salir de los pozos oscuros y profundos de la vida. Vestida color lavanda y con joyas del Dios Sol, observa como su hija ya va a caminar por las estrellas. Madre e hija, un mismo fin, unidas para siempre. Su hija se presenta con la vara de la vida, rodeadas ambas de mariposas que con sus dulces alas impregnan de los polvos de la vida a ambas. Stella ya se enfrentó al lobo.